lunes, 4 de octubre de 2010

Desde luego, el Rubin se nos atraganta. Rubin Kazan - Barcelona: 1-1

Desde luego, parece evidente que el entrenador del Rubin (un personaje tan curioso como su nombre, Derdan Gurbiyew -entrena agarrado a una especie de rosario, rogando a los dioses, al parecer-) le tiene tomada la medida a Guardiola y a sus pupilos. Si el año pasado ya les sorprendió con una victoria en el Camp Nou y un empate sin goles en Kazán, este año, a las primeras de cambio, volvió a sacar un meritorio empate de nuevo en casa. La receta es la misma que emplean muchos equipos (defenderse atrás y tratar de aprovechar las escasas ocasiones a balón parado o al contragolpe), pero a nadie le ha salido nunca tan bien. Este año todavía fue más exagerada la táctica y en muchos momentos del encuentro ni siquiera salía con fuerza al contragolpe.

El Barça llegaba tras la buena sensación dejada en Bilbao y con la más que posible reaparición de Messi. Aún así, creo que Guardiola se equivocó dando entrada a Mascherano en este encuentro y desplazando a Busquets de su posición natural. El argentino no es la persona más indicado para sacar el balón controlado desde atrás ante equipos tan bien pertrechados.

Obviamente, el Barça dominó el encuentro desde el minuto 0 y el Rubin se dedicaba únicamente a defender (con una línea de 6) y tratar de mandar balones largos para ver si su delantero podía cazar alguno. El partido pudo cambiar de rumbo si Pedro hubiera acertado en un balón fácil en mano a mano con el portero que acabó mandando al larguero (tremendo pase de Villa, por cierto). Parece que el tinerfeño no tiene la flor de cara al gol que tenía el año pasado. Aún así, su despliegue sigue siendo impresionante. El Barça continuó llegando, pero siempre se estrellaba contra la defensa rusa y el resultado seguía 0-0.

Así fue hasta que una jugada de barullo terminó con un penalti (claro) de Alves. Noboa se encargó de transformarlo, aunque Valdés estuvo cerca de pararlo. El Rubin se encontraba (sin haberlo merecido) con el 1-0 y el partido se volvía aún más cuesta arriba para el Barça. Así se llegó al descanso, con una gran sensación de impotencia en el seno culé y con el Rubin defendiéndose a las mil maravillas. Estaba claro que Messi debía entrar para tratar de arreglar el problema.

No entró el argentino de inicio en la segunda mitad y el Barça siguió a lo suyo: manejando el encuentro, llegando hasta las inmediaciones del área rival pero estrellándose siempre ante el muro defensivo. Justo en el momento en el que Messi estaba preparado para entrar en la banda (15') llegó el penalti sobre Iniesta (claro también) que transformó Villa para hacer el empate definitivo.

Tras la salida del argentino, el equipo mejoró (cómo no va a hacerlo dando entrada al mejor jugador del mundo) y tuvo aún más ocasiones, pero el gol de la victoria no llegó y el partido terminó 1-1, provocando la celebración de los jugadores, entrenador y afición del equipo ruso.

Objetivamente, el 1-1 no es un mal resultado teniendo en cuenta que, probablemente, se trataba del partido más difícil de la liguilla, pero quedó la sensación de que merecimos más. También quedó un regusto amargo al comprobar que se nos sigue atragantando un equipo tan defensivo como el Rubin. Lo mejor, desde luego, fue la vuelta de Messi tras sólo 10 días de la brutal entrada de Ujfalusi.

El Barça tiene bastante encarrilada la clasificación, aunque deberá ganar al Copenaghe (sorprendente líder del grupo) para tratar de sentenciar el primer puesto. Pero aún queda para enfrentarse a ellos y antes habrá que centrarse en los dos próximos partidos ligueros: en casa ante Mallorca y Valencia. El domingo, el primero de los dos.

¡AUPA OSASUNA! y ¡VISCA EL BARÇA!

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